Sergio estaba solo en el parque y, de pronto, aparecieron ellos. Iguales, como septillizos extraordinarios, clónicos, vestidos de negro y con las caras impasibles. Dejaron en el suelo las sillas que cargaban y se sentaron, dispuestos a observar el mundo. Ése fue el primero de los siete encuentros entre Sergio y los hombres de las sillas...