Corre el año del Señor de mil cuatrocientos. Robin, un muchacho sin padre, oye hablar a dos hombres en la taberna de su madre. Están planeando robar a Berart de la Barre, el hombre más rico de Francia; entre sus tesoros destaca una copa de oro puro que algunos identifican con el Santo Grial, el cáliz que utilizó Jesús en la Última Cena. El muchacho se une a la banda, en la que está François, un hombre amable y enigmático. El robo se realizará en Compostela, aprovechando el peregrinaje de Berart a ese santo lugar. Durante la travesía, los facinerosos venden a Robin a un hombre repulsivo, que resulta ser François disfrazado. No será la única sorpresa que se lleve Robin, ya que este le desvela que él es su padre y que, en realidad, es un agente templario dispuesto a robar el Grial para devolvérselo a la Orden de los Caballeros Templarios. Por ello, él y Robin avisan al Berart de las intenciones de la banda; pero, a pesar de todo, el cáliz es robado. Sin embargo, François había sustituido la copa por una imitación días antes. Finalmente, padre e hijo devuelven el Santo Grial a sus legítimos dueños: los templarios de la isla de Avalon.