A lo largo de la historia de la pintura la representación de arquitecturas ha sido una de las herramientas que ha proporcionado al espectador detalles y claves para interpretar las composiciones. Estos escenarios, especialmente a partir del Renacimiento, toman un nuevo rumbo donde se vuelcan conocimientos y teorías, se reivindica el estatus del artista para transformarse, más tarde, en un instrumento de propaganda y poder en manos de sus comitentes y ya, en el siglo XVIII, en un género nuevo que tiene como único protagonista a la ciudad.