Personajes que cambian de modo de vida, alternado entre una cosa y su opuesto, entre un lugar y otro distante para llegar a encontrar el sentido último de la existencia; gentes que cuentan, en sórdidos lupanares del Magreb, las historias de amor más hermosas; historias urbanas donde forasteros responden al reclamo de una cita a ciegas... aderezan estos relatos cuyo punto en común es la calidad literaria y el carácter tangible de los personajes y las historias. El déspota adolescente es un claro ejemplo de que con pequeñas historias se puede conseguir gran literatura.