El autor analiza la llamada «guerra contra el terror» como una espantosa variante del retorno de la historia. Un choque entre dos fundamentalismos, uno religioso y otro imperialista, en el que ambos bandos se valen de los mismos símbolos sacros y anacrónicos para encauzar sus propósitos, ya sea apelando a «la venganza de Alá», a «Dios está de nuestra parte» o a «Dios bendiga a América». Cada uno posee sus inveterados rasgos distintivos, pero las dos fuerzas distan mucho de estar en pie de igualdad. Una es un «fundamentalismo imperial» que ha dejado sus huellas en Afganistán o en Oriente Próximo en su lucha por el control del «oro negro», y cuya facilidad para entrar en guerra sirve de espeluznante recordatorio del lugar que ocupa en el mundo. La otra fuerza es un «fundamentalismo religioso», un producto de la desesperación frente a las humillaciones del anterior.