Roger Schutz se dejó alcanzar por Dios. Y al hacerlo, se fue transformando. Lo primero, el nombre, pues mundialmente es más conocido como el Hermano Roger de Taizé. Después, su estilo de vida, pues al sentir el amor de Dios en el centro de su corazón, su existencia se fue llenando de los dones del Espíritu Santo: sabiduría, consejo, piedad, solidaridad con los más pobres. Así fue capaz de, a penas comenzada la Segunda Guerra Mundial, embarcarse en un proyecto loco a los ojos de todos: fundar una comunidad que, en medio de las divisiones y los destrozos ocasionados por los enfrentamientos bélicos, buscara por encima de todo la comunión, que es capaz de acabar con lo que separa los corazones humanos. La comunidad fundada por él, en Taizé, mientras llenaba Europa con su música, se ha convertido en un referente mundial para los jóvenes en busca de esperanza y sentido de vida.